domingo, 20 de junio de 2010

LLUVIA

… Suele pasar que las nubes
se encajonan entre las bardas y quedan cautivas en el valle.
Entonces, la pereza del aire quieto se impregna
de manzana madura, de durazno florecido, de jarilla y humo blanquecino de cantonera que escupen las salamandras de las casitas.
Las viejas salen apuradas a juntar la ropa del tendal con la alpargata a medio calzar,la boca tibia y verde por el mate recién tomado, y restos de harina entre las uñas.
Los chacareros fusilan el cielo a cañonazos para espantar la tormenta,
desflorando el cúmulo nacarado y grisáceo, para que el granizo no dañe las cáscaras ni el agua les pudra la fruta nueva.
Los peones vuelven del monte frutal cuando el aroma del pasto y las plantas se pone espeso,incluso antes que se nuble, como avisando que ahí se viene.
Se arriman tranquilos y despacio hacia las piecitas de adobe (que sirven nada mas que para no dormir a cielo abierto)
Los últimos que van llegando entreverados en la cortina de lluvia, embarrados hasta el cogote, saludan con un movimiento corto de la cabeza,
deteniendo la mirada en las mujeres parcas de la chacra.
Un cigarrito... y ahí se sientan, a matear tupido hasta que pare la lluvia.
Mañana habrá que salir a ver cuanto fue lo que dejó en pie la tormenta.
Pero ahora dejá nomás la ventana abierta,que entre un poco a la pieza el aroma de la lluvia y salga,también un poco hacia la chacra, el olor a torta frita.
Alguna brisa empuja las ramas frías del manzano que se inclina como un mendigo contra los cartones del techo, buscando a lo mejor un poco de la tibieza que sale con los aires de la fritanga.
Así es por acá cuando los frutales de la chacra y el yuyerío de las bardas arman el alboroto, soltando sus olores para avisar al mundo que se viene un poco de agua.
Así es por acá cuando las nubes oscuras se cierran sobre el valle …y uno se cree que va a llover para siempre.

Carlos Sandoval

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